¿A qué me los decís?… Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprochosa;
antes que el sentimiento de su alma,
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada…, pero…
¡es tan hermonsa!
G. A. Bécquer