Jugueteaba ella con un ramo de mirto
y una linda flor del rosal…
Su melena
La aureola de sombra los hombros y la frente.
… De su perfumado cabello y su pecho
hasta un viejo se habría enamorado.
Tal ansia de amor me envolvió el corazón
y densa niebla derramó sobre mis ojos
robando de mi pecho el suave sentido.
Yazgo, infeliz, por la pasión vencido
sin vida, hasta los huesos traspasado
de fieros colores que los dioses me envían.
Pero el perturbador deseo me domina
y no me cuido de yambos ni placeres.
Ójala que pudiera tocar la mano de Neobula.
Y caer, presto a la acción, sobre el odre,
y aplicar el vientre al vientre y mims muslos a sus muslos.
Autor: Arquíloco de Paros