Si tuvieras que situar el amor en una parte de tu cuerpo ¿dónde la situarías? ¿en el corazón? ¡te equivocas! La ciencia ha descubierto recientemente que los sentimientos de amor no se forman en el corazón, si no en el cerebro. Científicos de la universidad de Concordia, en Canadá, han ido más allá y han descubierto en que parte del cerebro se forman concretamente. Este descubrimiento es muy curioso porque aseguran que prácticamente coincide con el área cerebral donde se crea el deseo sexual.
El experimento que llevaron a cabo para llegar a esta conclusión consistió en realizar 20 estudios independientes que examinaban el comportamiento del cerebro de diversos sujetos mientras miraban fotografías de sus seres queridos o imágenes eróticas. Descubrieron que los sentimientos de amor y el deseo sexual activan dos mismas áreas del cerebro, el núcleo estriado y la ínsula. La diferencia está en las neuronas que se estimulan, éstas son diferentes. La región que es activada por el deseo sexual es la misma que se activa cuando sentimos un placer inmediato como puede ser el sexo o la comida. Otra de las diferencias del área vinculada al amor es que esta implica procesos de condicionamiento, esto quiere decir que atribuimos un valor a una cosa que nos genera una recompensa, combirtiéndose así el deseo en amor.

Otro de los datos curiosos de los efectos del amor en nuestro cerebro es que activa rutas que tienen que ver con la monogamia, mientras que el deseo tiene un objetivo más concreto. El amor es más complicado que el deseo, más abstracto. El amor no es tan «superficial» como el deseo, no tiene tanto que ver con el físico de la persona a quien se dirige. ¿Querrá decir esto que el ser humano no es polígamo por naturaleza? Muchas personas piensan que el ser humano es infiel por naturaleza, si nos basamos en este estudio podemos defender que el ser humano con un sentimiento de amor hacia alguien es monógamo. Y es que el amor, según el científico Pfaus, es un hábito, aunque no malo, que nos vuelve adictos.