La elección de los padrinos

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Desde que las ceremonias de boda se convirtieron en parte de la cultura de las muchas civilizaciones que conviven en el mundo entero, la tradición estipula que al menos, la pareja debe estar acompañada por un padrino y una madrina de boda.

Antiguamente se reservaba este privilegio al padre de la novia, quien acompañaba a la joven hasta los brazos del futuro esposo y la depositaba en ellos, y a la madre del novio, quien acompañaba a su hijo en el momento de desposar a la jovencita. En algunos casos, cuando alguno de los padres estaba ausente, se elegía a otra persona, preferentemente familiar.

Luego, con el paso de los tiempos, las costumbres se fueron abriendo y flexibilizando, entonces los novios comenzaron a elegir nuevas personas que desempeñaran tal función. Los hermanos, por ejemplo, o los amigos y amigas los contrayentes. De este modo, se empezaron a formular ceremonias mucho más joviales y frescas, dadas por la misma alegría y brillo de la juventud.

Ahora bien, la elección de los padrinos, no debe ser una mera formalidad, ya que los mismos van a cumplir un rol fundamental en la ceremonia. Ellos son los encargados de acompañar a los novios en la decisión tomada, y los van a respaldar en todo momento.

Además de ser los testigos directos de las palabras del sacerdote a la pareja y de las promesas de compromiso y responsabilidad que ambos intercambien.

Por ello, se debe pensar con detenimiento a quien asignar esta tarea, y debe surgir la decisión de un acuerdo entre ambos cónyuges.

 

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