La amo tanto, a mi pesar,
que aunque yo vuelva a nacer,
la he de volver a querer
aunque me vuelva a matar.
Está tu imagen, que admiro,
tan pegada a mi deseo,
que, si al espejomi miro,
en vez de verme, te veo.
Cuando pasas por mi lado
sin tenderme tu mirada,
¿no te acuerdas de mí nada,
o te acuerdas demasiado?
Por más contento que esté,
una pena en mí se esconde,
que la siento no sé donde,
y nace de no sé qué.
Si ayer tropecé bastante,
hoy tropiezo muchos más;
antes, mirando adelante;
después, mirando atrás.
Tengo un consuelo fatal
en medio de mi dolor,
y es que, hallándome tan mal,
nunca podré estar peor.
Ten paciencia, corazón,
que es mejor, a lo que veo,
deseo sin posesión
que posesión sin deseo.
Ni te tengo que pagar,
ni me quedas a deber;
si yo te enseñé a querer,
tu me enseñaste a olvidar.
Ramón de Campoamor