Mirada enamorada

Le miró fijamente. Esa mirada se había ausentado en ella durante demasiado tiempo. Y él ya comenzó a echarla de menos.
Él la amaba con toda su alma. Para él, no había otra persona en el mundo tan importante como ella. Le daba igual todo y todos. No quería comer, ni reír, ni mirar, ni tan siquiera respirar si ella no estaba a su lado.

Cada día recordaba el momento en el que sus miradas se cruzaron por primera vez. Fue en clase de Literatura Universal, y por accidente. A ella se le cayeron los apuntes y él le ayudó a recogerlos.

Desde ese día, su amor por ella iba en aumento. Y era amor verdadero. Era ese amor que se ve en las películas de fantasía o en los cuentos de príncipes y princesas. Ese amor que casi todos pensamos que no existe. Y estaba en él…
Cuando estaba con ella deseaba con toda su alma que ese instante fuera eterno. Sus besos, sus susurros, su sonrisa, hacían que su vida se convirtiera en el paraíso. Y esa mirada enamorada que tantas veces le había regalado… Era su mejor tesoro. Se sentía rey de reyes.

Pero tras veinticinco años de unión, la llama de la pasión fue apagándose lentamente en ella. Ya no sentía esa emoción cuando él le dedicaba un “te quiero”. Ella no volvió a mirarle con su mirada enamorada.

Pero él… Él seguía necesitándola. Seguía sintiéndose desnudo si los brazos de su amada no le cubrían. Sus dedos lloraban si no estaban entrelazados con su mano amiga. Él seguía pidiendo a gritos caricias… sus caricias. Como dice Sabina:

“lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos.”

Pero ese día, tras numerosas carreras en sus mejillas de lágrimas de desamor, tras numerosos “¿me amas?” sin respuesta alguna, ella le miró.

En su cara se dibujó una sonrisa y le volvió a dedicar a su amado esa mirada enamorada por la que él vivía y se desvivía.
Tal vez porque regresó la pasión. Tal vez por el recuerdo de un amor enamorado.

ojoVía: eraseunavez

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